Thursday, July 31, 2008

Educación de Príncipe de Historia de Cronopios y Famas


Los cronopios no tienen casi nunca hijos, pero si los tienen, pierden la cabeza y ocurren cosas extraordinarias. Por ejemplo, un cronopio tiene un hijo, y en seguida lo invade la maravilla y está seguro de que su hijo es el pararrayos de la hermosura y que por sus venas corre la química completa con aquí y allá istas llenas de bellas artes y poesía y urbanismo. Entonces este cronopio no puede ver a su hijo sin inclinarse profundamente ante él y decirle palabras de respetuoso homenaje.
El hijo, como es natural, lo odia minuciosamente. Cuando entra en la edad escolar, su padre lo inscribe en primero inferior y el niño está contento entre otros pequeños cronopios, famas y esperanzas. Pero se va desmejorando a medida que se acerca el mediodía, porque sabe que a la salida lo estará esperando su padre, quién al verlo levantará las manos y dirá diversas cosas, a saber:
-­Buenas salenas cronopio cronopio, el más bueno y más crecido y más arrebolado, el más prolijo y más respetuoso y más aplicado de los hijos!
Con lo cual los famas y las esperanzas junior se retuercen de la risa en el cordón de la vereda, y el pequeño cronopio odia empecinadamente a su padre y acabará por hacerle una mala jugada entre la primera comunión y el servicio militar. Pero los cronopios no sufren demasiado con eso, porque tambien ellos odiaban a sus padres, y hasta parecería que ese odio es otro nombre de la libertad o del vasto mundo.

Sunday, July 06, 2008

ANDRES CALAMARO EN LIMA/EXPLANADA DEL ESTADIO MONUMENTAL/ Domingo 26 de octubre de 2008

Cuando Andrés cumplió ocho años pidió de regalo un acordeón, y más tarde un tambor (después de golpear los parches en casa de unos vecinos en el downtown de Buenos Aires). Sin embargo, con el tiempo, se fue volcando a la guitarra eléctrica y al piano, el instrumento donde muestra mayor fluidez y versatilidad.
Años después, pescando tiburones en Uruguay, Andrés escucho su primera oferta de trabajo, un grupo musical, ya en sus horas bajas, necesitaba un reemplazo en los teclados, y fue entonces cuando nuestro jovencísimo Andrés salió a las carreteras por primera vez.Un tiempo después, tejió su futuro propio, y fue a una audición para entrar en el grupo Raíces, y entre los gritos del Mundial de fútbol, y los tambores del candombe, dió sus primeros pasos en el latin jazz y fue detenido por la policía de la dictadura. Era invierno.
Probó suerte en boites, con The Platters, tocó con integrantes de una secta religiosa, y allá donde pudiera sentarse a tocar un teclado, hasta que, en los primeros meses de la década del ochenta, recibió la llamada que cambiaría su destino, era Miguel Abuelo recién llegado de la isla de Ibiza.
Con Los Abuelos de la Nada encontró su lugar, tan deseado, en el olimpo criollo del rock argentino, eran los primeros años ochenta. Los Abuelos era un combinado de poesía, funky, carretera y armonías, formado por seis músicos de curtido talento y personalidad, entre los cuales estaban el productor y bajista Cachorro López, el cantor de tangos Daniel Melingo y el, ya mencionado, Abuelo... Promediando la década, y con dos discos en solitario publicados, Los Abuelos de la Nada de disuelven y Andrés sigue asiduo a los estudios de grabación, con una prometedora carrera de producción musical, que incluye el disco que consagró a Los Fabulosos Cadillac, entre otras grabaciones realizadas entre Buenos Aires y México.
Conduciendo su propio programa de radio, conoce a Ariel Rot y conforman una sociedad musical para grabar, entonces, dos discos solitarios de Andrés y salir a las carreteras de Argentonia. Eligen intentarlo en España y refundarse como Los Rodríguez, con el recordado Julián Infante, el igualmente querido Guillermo Martín, y un baterista de apellido Dukakis.